miércoles, 30 de marzo de 2011

'Nunca me abandones' de Kazuo Ishiguro


Título: Nunca me abandones (Never let  me go)
Autor: Kazuo Ishiguro
Editorial: Anagrama (enero 2007)
Año de publicación: 2005
Páginas: 351
Precio: 10,95 euros

Esta es la primera novela que leo de Kazuo Ishiguro y ya tenía ganas de conocerle. Que nadie se lleve a engaño, a pesar del nombre oriental y de sus rasgos, Ishiguro es un británico de pro. Nació en Nagasaki en 1954, pero se trasladó a Inglaterra en 1960, con apenas 6 años, donde ha vivido desde entonces. Su estilo es claramente británico, baste recordar su obra Lo que queda del día, novela que fue adaptada por James Ivory al cine. Además ha recibido algunos de los galardones británicos más importantes como el Premio Booker o el Premio Whitbread. Aclarado este importante punto, pasemos a la novela en sí. Nunca me abandones es un curioso relato con dos lecturas intensas y absorventes. De un lado,  una novela de amor y aprendizaje, a través del triángulo que une amistad y amor entre Kathy, Ruth y Tommy, tres jóvenes que se han criado en el internado de Hailsham, y su evolución y crecimiento a lo largo de los años, desde que son niños hasta la treintena. Hailsham es un internado un tanto extraño, los niños que viven allí nunca reciben la visita de familiares, y aunque tienen la mejor educación posible, muy centrada en la cultura y las artes (teatro, poesía, pintura...), y en estimular su creatividad, no dejan de repetirles lo importante que es que cuiden mucho de su salud porque son muy especiales y les espera una misión futura, que depende de esa buena salud. Un ejemplo es que el tabaco está totalmente prohibido, tanto en la vida diaria como en ilustraciones o en el cine, tanto es así que las novelas de Sherlock Holmes están prohibidas por lo mucho que aparece el tabaco en ellas. Además, los jóvenes de Hailsham no pueden tener hijos, aunque no se les impide en ningún momento que formen parejas o tengan relaciones sexuales entre ellos, siempre y cuando, claro, cuiden su salud e higiene. Por otro lado nos encontramos con una de las distopías más tristes a la que me he enfrentado nunca. Ni 1984 de George Orwell, ni Un mundo feliz de Aldous Huxley, ni Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, por poner algunos ejemplos del género que he leído y que me han gustado muchísimo y recomiendo, llegan a producirnos una tristeza tan profunda como la novela de Ishiguro. El elemento futurista o científico brilla por su ausencia, de hecho, la novela se sitúa en Inglaterra a finales de la década de 1990. Lo realmente perturbador es cómo unos jóvenes increíblemente inteligentes, con muchísima sensibilidad y grandes capacidades artísticas, con ganas de vivir y amar, se resignan a un destino que les viene impuesto, y contra el que ni siquiera se les pasa por la imaginación luchar. Estoy siendo intencionadamente ambigua porque lo realmente maravilloso de la novela es ir descubriendo poco a poco ese misterio oculto detrás de esas vidas, acompañar a una Kathy de 31 años a través de sus recuerdos de infancia y juventud, junto a sus amigos Ruth y Tommy. 




Estos días se encuentra en los cines la adaptación protagonizada por Carey Mulligan (An Education), Andrew Garfield (La red social) y Keira Knightley (Expiación), dirigida por Mark Romanek, por lo que gran parte del argumento se ha desvelado ya con los tráiler. Yo aún no he visto la película, y aunque estoy deseando verla me imagino que al haber leído ya el libro no me gustará tanto. Sin duda recomiendo que leáis la novela, una historia trágica pero que se sucede en medio de la normalidad y el sosiego, con un ritmo pausado pero que engancha desde la primera página. Una historia que combina amistad, crecimiento, romance, distopía y elementos futuristas, perfectamente tejida, y con un final con el que yo por lo menos no pude evitar llorar a mares, y aunque eso no es raro en mi, que soy bastante llorona, si una novela lo consigue es que me ha conmovido de verdad.

lunes, 28 de marzo de 2011

Roger Waters trae The Wall a Madrid


Hay conciertos divertidos, buenos o inolvidables, Roger Waters con la gira The Wall deja cualquier tipo de adjetivo fuera de sentido. El antiguo miembro de Pink Floyd nos regaló este fin de semana en Madrid dos días para el recuerdo, unas actuaciones únicas en las que el sonido envolvente y las imágenes de su ópera rock acompañaban un mensaje antibelicista que por desgracia sigue más de actualidad que nunca. La guerra de Irak, los atentados terroristas, el asesinato de un joven brasileño en el metro de Londres son solo algunos de los acontecimientos que el músico quiso recordar, junto al fanatismo religioso e ideológico, las desigualdades, el hambre y los conflictos sin sentido.  La construcción de un muro como mecanismo de defensa ante el mundo, que acaba volviéndose contra uno mismo. Acompañando todo esto, un magnífico disco, The Wall, unas canciones que ponen los pelos de punta, un grupo, Pink Floyd, que permanecerá por siempre en el altar de los más grandes grupos de rock de la historia.

viernes, 25 de marzo de 2011

Un maestro de la fotografía: André Kertész en la Fundación Carlos Amberes

 Cuento de hadas

"Inventemos lo que inventemos, Kertész siempre fue el primero" dijo el célebre y maravilloso fotógrafo Henri Cartier-Breson. Ahora, la Fundación Carlos Amberes de Madrid (Claudio Coello, 99) nos brinda la posibilidad de conocer la obra del fotógrafo de origen húngaro André Kertész absoluto pionero de la fotografía. A través de un centenar de imágenes vintage podemos seguir su evolución artística de este precursor de las corrientes fotográficas más importantes del siglo XX en un recorrido cronológico por Hungría, Francia y Estados Unidos, los tres escenarios más importantes de su vida.

La plaza Kálvin

La primera etapa es Hungría (1894-1925). Kertész nació en 1894 en una familia judía de la Budapest autrohúngara, y ya desde pequeño aprendió de manera autodidacta a hacer fotografías. Con su primer sueldo en la Bolsa de Budapest compró una cámara Ica-Platten y un año después abandonó su empleo y se inició en la apicultura, hasta que en  1914 estalla la I Guerra Mundial y se alista como alférez voluntario retratando la vida cotidiana de los soldados que, alejados del campo de batalla, llegan hasta nosotros en unas imágenes alegres y teñidas de un aura cotidiana.

 
 Soldado escribiendo

Al ser herido de gravedad en un brazo, es ingresado en un instituto de rehabilitación, toma entonces sus primeras fotografías de formas torcidas y destellos reflejados en la superficie del agua.

 Underwater

A pesar de que vende sus fotografías a revistas y empresas de postales, al terminar la guerra tiene que volver a trabajar en la Bolsa, donde conocerá a la que será en el futuro su mujer, Elizabeth. Kertész siempre quiso reafirmar su individualidad, en la IV Exposición Fotográfica Artística renunció a un premio al negarse a hacer copias de bromóleo, una técnica que asemeja las fotos a pinturas, porque no le parecía un proceso fotográfico. Durante los primeros años, el fotógrafo tuvo que enfrentarse a numerosas críticas a su trabajo por sus ángulos complejos y por querer dotar a sus fotografías de personalidad.

 París

Nuestra próxima parada es Francia (1925-1936). Kertész se instala en París como fotógrafo y pronto colaborará  con figuras importantes de la época como Man Ray o Brassaï, y retrata a amigos como Mondrian, Marc Chagall, Colette o Sergei Eisenstein

 
 Colette

En París, Kertész consiguió éxito tanto comercial como de crítica realizando publicaciones en revistas y posteriormente trabajos por encargo para varias revistas europeas. Fue el primer fotógrafo en realizar una muestra individual.

 
 Bistro

A comienzos de los años treinta su estilo evoluciona gracias a su nueva cámara Leica de 35 mm, y realiza, con la ayuda de dos espejos deformantes de circo, una de sus series más innovadoras, Distortion, para un encargo de la revista Le Sourire sobre el cuerpo desnudo, algo absolutamente innovador para la historia de la fotografía.
 
 Distorsión 6

Esta será una época muy prolífica para el fotógrafo, y el momento en que introduce en París a un compatriota, al que con el tiempo se conocerá como uno de los mayores corresponsales de guerra del siglo XX: Robert Capa.

 
 Tenedor

Sin que su familia o sepa, se casa con una fotógrafa francesa, Rosza Klein, el matrimonio duró muy poco y Kertész nunca habló sobre el tema hasta su muerte para no dañar a Elizabeth, quien finalmente se mudó con él a París en 1931, donde se casaron.


 
 Elizabeth y yo

Con la llegada del partido Nazi al poder en Alemania, las revistas comenzaron a politizarse, con lo que la imágenes de Kertész dejaron de tener cabida en ellas. Fue entonces cuando la pareja decidió mudarse a Nueva York para que Kertesz trabajase con la agencia Keystone.


 
Washington square

Pasamos a la última etapa de la muestra, Estados Unidos (1936-1985). Ante el panorama de desempleo y el inminente estallido de la II Guerra Mundial, la pareja se instala en Nueva York, un traslado que no será fácil ya que es ciudadano de un país en guerra con Estados Unidos (fueron declarados enemigos extranjeros y les prohibieron hacer fotos exteriores hasta que consiguieron hacerse con la ciudadanía)  y por sus problemas para hablar inglés. Además en Keystone tiene que encerrarse en un estudio en vez de poder salir a la calle a hacer el trabajo de reportero gráfico. La editorial Condé Nast acabará por confiar en él y comienza a colaborar para Look, Harper’s Bazaar y Vogue.  

 Buy Long Island University

La carrera de Kertész despega a partir de los años 50 con exposiciones y la publicación de varios álbumes con su obra. A partir  de entonces se convierte en un fotógrafo consagrado mundialmente y una referencia para grandes nombres como Doisneau o Cartier-Bresson. Recibe el Gran Premio Nacional de Fotografía en París, el XXI Premio Anual George Washington de la American Hungarian Foundation, fue nombrado Caballero de la Legión de Honor de París y le otorgaron la Orden de la Bandera de la República Popular en su Hungría natal. Kertész moriría a los 91 años en Nueva York.

Washington square

La muestra puede verse hasta el 10 de abril de martes a viernes de 10.00 a 20.30 horas; los sábados de 11.00 a 14.00 y de 17.30 a 20.30 horas; y los domingos y festivos de 11.00 a 14.30 horas. La entrada cuesta 3 euros, salvo los martes que es gratuita. No olvidéis tampoco que este sábado se celebra en Madrid la Noche de los teatros con descuentos en salas y espectáculos en la calle,  podéis consultar toda la información aquí. ¡Feliz fin de semana!


miércoles, 23 de marzo de 2011

'La plaza del Diamante' de Mercè Rodoreda

El precioso colgante de la imagen me lo ha enviado Sonia de El rincón del libro ¡muchas gracias Sonia! En su otro blog Pink Bijou encontraréis más maravillas como la de la foto. El té me lo han traído de Estambul, y es una flor de té de jazmín que se abre en contacto con el agua.

Título: La plaza del Diamante (La plaça del Diamant)
Autora: Mercè Rodoreda
Editorial: Edhasa (junio 2009)
Año de publicación: 1962
Páginas: 256
Precio: 8,95 euros

Tenía muchas ganas de conocer a esta autora, incluida por lo visto en los planes de estudio de los colegios catalanes y de la que había visto muy buenas reseñas en algunos blogs. Es lo que tiene escribir en una de las lenguas cooficiales de España, que al resto del país llega con cuentagotas, y eso si llega.  Yo no conocía todavía a Rodoreda, y aunque nuestro primer encuentro ha sido un poco agridulce, no va a ser el último, ya que quiero conocer más y más de su prosa. La plaza del Diamante está protagonizado por Natalia, una chica de Barcelona que un día, durante un baile conoce en esa plaza del barrio de Gracia a Quimet, un chico por el que deja a su novio y con el que acabará casándose. Quimet es malhumorado y manipulador, somete a Natalia e incluso destruye su identidad cambiándole el nombre por el de Colometa (palomita en catalán). Su aparentemente vida apacible llegará a su fin primero con la llegada de la República y las revueltas en las calles, y posteriormente con la Guerra Civil. Quimet tendrá que ir a luchar al frente de Aragón como muchos de sus amigos, la guerra cambiará el destino de todos estos personajes, algunos volverán de la guerra muy cambiados y otros ni siquiera podrán regresar. Mientras, las mujeres esperan a sus maridos en casa, cargadas de hijos y sin nada que comer, como es el caso de Natalia, quien llegará incluso a plantearse matar a sus propios hijos y suicidarse antes que seguir sin poder darles nada que llevarse a la boca y ver cómo van muriendo poco a poco.

 Estatua La Colometa de Xavier Medina-Campeny, en la plaza del Diamante de Barcelona

La plaza del Diamante es un desgarrador recorrido por los años más crueles y sangrientos de nuestra historia, desde la euforia inicial con la llegada de la República, pasando por la muerte, el hambre y el odio generado por la guerra y la posguerra. La autora ha plasmado con gran realismo la vida de una mujer anónima, Natalia, que vive esos años como puede, intentando salir adelante y sacar adelante a sus hijos. Ella es una mujer sumisa, especialmente con Quimet, quien no la trata precisamente bien, sin embargo, las circunstancias harán que aflore una mujer con un alto grado de resistencia y de lucha. Lo de agridulce ha venido porque aunque la historia es realmente buena y en términos generales he disfrutado de la lectura, le he encontrado varias pegas. Por un lado, la autora se mete en la piel de su protagonista, Natalia, y nos habla en primera persona como si se tratara de un largo monólogo. Al ser así, en muchos momentos Natalia divaga o explica muy pormenorizadamente algunas cosas o se repite. Aunque el recurso está magníficamente llevado, porque Rodoreda realmente nos hace oír la voz de esta chica, me ha cansado bastante, ya que en muchas ocasiones, el parloteo incesante de Natalia me ha resultado agotador. Por otro lado, la protagonista me ha puesto bastante nerviosa con su sumisión, no solo ante Quimet, un maltratador de mucho cuidado, sino también por su resignación ante una vida que no le hace feliz. Entiendo que es fruto de su época, pero aun así estos personajes femeninos no me acaban de gustar, y eso que al final de la novela he conseguido tenerle un poquito más de simpatía. La narración, aunque salpicada con algunos elementos simbólicos, es plenamente costumbrista, y como digo, esa pormenorización en las descripciones puede resultar algo cansina, además de que el desarrollo de la historia es algo lento, la idea es la de mostrar una vida normal y anodina en unas circunstancias extraordinarias, por lo que se suceden muchos acontecimientos triviales de forma muy pausada.

Pero lo que realmente me ha fascinado ha sido la propia historia de Mercè Rodoreda, digna de ser llevada al cine o a una novela. Nacida en Barcelona en 1908 y fallecida en 1983 en Gerona, sus padres eran grandes amantes de la literatura y el teatro. Rodoreda sólo cursó la educación primaria durante dos años y  se casó con su tío Juan, catorce años mayor que ella, con quien tuvo a su único hijo, Jordi Gurguí y Rodoreda. Empezó entonces a recibir clases en el Liceo Dalmau, y a publicar sus primeras novelas, además de colaborar con diversos periódicos y entrar a formar parte de la Asociación de la Prensa de Barcelona. Al comenzar la Guerra Civil se separó de su marido, mientras que su supuesto amante, Andrés Nin fue detenido, torturado y asesinado por agentes de la policía soviética. En 1939 Rodoreda se exilió a Francia, y pensando que sería por poco tiempo, dejó a su hijo a cargo de su madre. Aunque ella no había participado nunca en política sí que había colaborado en publicaciones en catalán y en algunas publicaciones de izquierda. Se instaló primero en los arrabales de París y después en el castillo de Roissy-en-Brie que ofrecía refugio a escritores, allí inició una relación con Armand Obiols, casado y con un hijo. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, este grupo de escritores exiliados en Francia tuvieron que huir de París ante al avance de los soldados alemanes, tras varios fracasos tuvieron que huir a pie hacia el sur, con la idea de atravesar el río Loira para poder entrar en la zona no ocupada, pero antes de llegar a Orleans vieron la ciudad en llamas, y que no quedaba ningún puente para poder atravesar el río. Durante algo más de una semana se refugiaron en una granja, después de la firma del armisticio de 1940 se trasladaron e instalaron en Limoges. Obiols fue entonces detenido y tuvo que hacer trabajos forzados y Rodoreda tuvo que hacer frente en soledad a esos difíciles momentos, consiguió que trasladaran a Obiols a Burdeos y que mejorasen sus condiciones de vida, y ella misma se trasladó a esta ciudad francesa donde tuvo que dedicarse a la costura en un almacén durante muchas horas al día, por lo que no tenía ya tiempo para escribir. Finalmente la pareja pudo regresar en 1946 a París, donde al cabo del tiempo ella pudo dejar el trabajo de costurera y dedicarse de nuevo a colaborar con la prensa y a escribir. En 1953 se trasladaron a Ginebra, y al cabo de los años, en 1971, murió Obiols, fue en ese momento cuando Mercè descubrió que este, sin romper con ella, había mantenido una relación sentimental con un mujer durante muchos años. En 1972 volvió a Cataluña, muriendo en 1983 en Gerona de un cáncer.

lunes, 21 de marzo de 2011

'Un dulce par de senos' de Giuseppina Torregrossa


Título: Un dulce par de senos (Il conto delle minne)
Autora: Giuseppina Torregrossa
Editorial: Maeva (2011)
Año de publicación: 2009
Páginas: 304
Precio: 19 euros

La italiana Giuseppina Torregrossa ha conseguido con su novela Un dulce par de senos encarar un tema tan delicado como el cáncer de pecho sin dramatismos, todo lo contrario, su novela desprende optimismo y buen humor, y aunque el tema del cáncer está ahí, no es en absoluto un tema obsesivamente predominante en la novela. A través de las vidas de varias mujeres sicilianas de una misma familia, se va tejiendo un relato íntimo y cálido, con la cocina como vínculo entre ellas. El calor de la cocina, los olores de los alimentos, sus formas, y las relaciones entre estas mujeres nos resultarán muy familiares, porque ya sea en Italia, o en cualquier otra parte del mundo, esos vínculos que se crean entre abuelas, madres e hijas, se repiten una y otra vez. La novela se abre de una manera de lo más original, con la receta detallada de las Minne de santa Ágata (los dulces en forma de pecho de la portada, hechos de ricota, frutas confitadas y chocolate negro, entre otros ingredientes, y que tienen una pinta estupenda), a la que en España conocemos como santa Águeda, una receta que pasa de generación en generación en la familia de la protagonista, llamada también Agata por la santa y por su abuela, y que cada 5 de febrero preparan para tener contenta a la santa y que les proteja los pechos de posibles enfermedades. Santa Ágata o Águeda fue una virgen y mártir a la que el senador Quintiliano ordenó que le cortaran los pechos tras ser rechazado por esta, milagrosamente los pechos de la mártir se curaron aunque finalmente fue quemada viva. Desde entonces, muchas mujeres se encomiendan a la santa como protectora de los pechos, y en general se la considera protectora de las mujeres.

Vista de Palermo (Sicilia, Italia)

Conocemos a los bisabuelos de Agata, a sus abuelos, padres y tíos, y la propia historia de la protagonista desde que es niña. Cada pequeña historia nos es relatada en breves capítulos concisos pero muy vivos, la autora sabe realmente trasladarnos a esos escenarios y crear unos personajes muy reales.  Conocemos a estas mujeres desde pequeñas, cómo se enamoran y cómo sufren, muchas de ellas a manos de maridos crueles y maltratadores, esposos infieles u hombres casados. Me ha gustado especialmente su forma de escribir, muy personal y vivaz. Además, la autora inserta la historia de esta familia siciliana de Palermo en los acontecimientos históricos, y nos relata desde el terror de la época de Mussolini, pasando por la entrada de las tropas estadounidenses en Italia tras la II Guerra Mundial, hasta acontecimientos más recientes de la historia italiana. Un tema que, como no podía ser de otra manera, está presente durante todo el relato es la mafia siciliana, la Cosa Nostra, que especula y amenaza, asesina y está en cada rincón de Palermo, una ciudad que la autora retrata con mucho cariño, nos llegan los ruidos de sus calles, el sol, el mar, los colores de las frutas y verduras de los mercados en la calle, los olores de sus pasteles y alimentos.

Empezando por arriba y de izquierda a derecha: arancine, brociolone, cannolo, caponata, mafaldina, anelletti al forno, ghiotta, focacce, panelle y torroncini.

Porque si hay algo que flota en el ambiente durante toda la lectura son esos olores, colores y sabores de la cocina típica siliciana, no sólo las minne de santa Ágata, sino arancine, caponata, focacce, involtini, panelle o torroncini. Es imposible que no se nos haga la boca agua. La idea de mantener muchos términos y frases en el italiano original, incluso en los títulos de los diferentes capítulos es otro acierto, ya que nos acerca aún más al pueblo siciliano. De todo ello hay traducción tanto con notas a pie de página como en un pequeño glosario al final del libro.



La autora, Giuseppina Torregrossa, nacida en Palermo en 1956),es ginecóloga y ha centrado su trayectoria profesional en la prevención y tratamiento del cáncer de mama. Ella misma sufrió la enfermedad que encaró con optimismo y buen humor, de hecho, si buscáis fotografías suyas en Internet no veréis ni una sola en la que no esté sonriendo. Comenzó a escribir tarde, su primera novela L'assaggiatrice  se publicó en 2007, le siguió en 2008 un monólogo teatral, Adele, con el que ganó el premio Mujeres y Teatro.

sábado, 19 de marzo de 2011

'Heroínas', Jean-Léon Gérôme, 'Vanguardias rusas' y nueva sección en el blog

 Heroína. Gaston Lachaise (1932)

Heroínas es la nueva exposición que nos trae de manera conjunta la Fundación Caja Madrid (plaza de San Martín, 1) y el Museo Thyssen-Bornemisza (paseo del Prado, 8), en la que se han reunido obras muy diversas de pintura, escultura y audiovisual, de diferentes autores y épocas con la mujer como protagonista, pero no la mujer pasiva o sumisa de muchas representaciones, sino la mujer activa e independiente, dueña de sus actos, trabajadora, guerrera, creadora o mitológica. Una muestra realmente preciosa que no podéis perderos. En la primera parte de la muestra, en el Museo Thyssen-Bornemisza, domina el poder físico de las heroínas, la segunda parte, en las salas de la Fundación Caja Madrid, explora lo espiritual.

  
Ifigenia. Anselm Feuerbach (1871)

Atardecer. Edward Munch (1888)
Iniciamos el recorrido en el Museo Thyssen-Bornemisza con las mujeres Solas, con heroínas de la Antigüedad como Penélope o Ifigenia, dos mujeres que esperan nostálgicas pero que ya no lo hacen de manera pasiva, sino que hay un germen de autonomía y determinación en ellas.

Cariátide - Ánfora de terracota. Janine Antoni (2003)
 
La aguadora. Goya (1808-1812)
Cariátides, la segunda sala de esta muestra nos acerca a la mujer en su ámbito de trabajo, como campesina, segadora, aguadora o lavandera, mostradas como cariátides por su papel de sostén de la familia y de la sociedad.

Iris. Rodin (1895)


 Ménades exhaustas después del Baile. Lawrence Alma-Tadema (1874)

La siguiente sala, la dedicada a las Ménades, muestra a la mujer como las mitológicas figuras que con una fuerza sobrehumana podían desatar la violencia y despedazar con su furia a los hombres, rebelándose de ese modo al orden patriarcal imperante.

Diana cazadora. Rubens (1620)
Muchachas griegas jugando a la pelota. Lord Frederick Leighton (1889)
Las Atletas protagonizan la siguiente serie de obras, mujeres dedicadas al deporte y a las actividades físicas, muchas veces consideradas patrimonio exclusivo de los hombres, como la caza, la lucha o las carreras.
 
Atenea. Rembrandt (1655-1659)
Juana de Arco. Dante Gabriel Rossetti (1882)
Acorazadas exalta la imagen de la mujer guerrera, vírgenes acorazadas como Juana de Arco o Palas Atenea, que permiten a la mujer ejercer una actividad destinada a los hombres, vistiéndose con esas armaduras masculinas, que acaban siendo una metáfora de la virginidad. 

 Jóvenes espartanas desafiando a sus compañeros. Degas (1860)

 Amazona herida. Franz von Stuck (1904)

Finalmente, en Amazonas, volvemos a ver a esas mujeres guerreras, pero esta vez despojadas de sus corazas, asemejándose a las antiguas amazonas, como símbolo de las reivindicaciones feministas que comenzaron a hacerse patentes en el siglo XIX.

Sacerdotisas. Emil Nolde (1912)
La bola de cristal. John William Waterhouse (1902)

Nos trasladamos a las salas de la Fundación Caja Madrid y aquí nos encontramos con una mujer más mística y alejada de las mujeres terrenales y guerreras del Thyssen. La primera sala nos acerca a las Magas, muchas veces acusadas de brujas o locas. Mujeres que ejercen su poder a través de los poderes ocultos y de lo espiritual.
 
Santa Catalina de Alejandría. Caravaggio (1597)
Mujer de rodillas en una pira. Kiki Smith

Las Mártires juegan un papel fundamental como heroínas y víctimas a la vez, no sólo la imagen de la mártir cristiana, sino también la pagana, como es el caso de la poetisa Safo de Lesbos. Impresionante es la instalación de Kiki Smith representando con una poderosa fuerza expresiva el martirio de una mujer anónima, símbolo de todas las que han perecido defendiendo sus ideas, creencias o formas de vida.

 
Mujer jubilosa. Ferdinand Hodler (1909)
 
Fern. Julia Fullerton-Batten (2008)
La levitación se convierte en un elemento inherente a  las Místicas, entre las que encontramos el matiz religioso con la Santa Teresa de Ávila en las imágenes de Marina Abramovic;  o el pagano en las fotografías de Julia Fullerton-Batten,  y su serie In Between, en el que se hace referencia a la adolescencia como periodo de transición en el que las jóvenes se encuentran sin anclajes y sin puntos de referencia. Las mujeres místicas de Hodler parecen entrar en comunión con la naturaleza, como si quisieran fusionarse con ella.
 Leyendo, Anni Leppälä (2010)  
 
La lectora. Matisse
No podían faltar las mujeres Lectoras con las que el cien por cien de las que visitáis este blog os sentiréis identificadas. Más aún porque la lectura, o más bien la falta de ella, ha sido uno de los mayores instrumentos de manipulación y sumisión utilizados por los hombres para  doblegar a las mujeres: prohibiendo ciertos libros o directamente cualquier tipo de lectura o la misma oportunidad de aprender a leer. La lectura nos abre la mente, nos cultiva, nos hace pensar. En este caso, la lectura se entiende como momento místico y espiritual, ya que a través de la lectura, se crea una burbuja en la que la mujer lectora puede vivir miles de vidas. 
 
Autorretrato con collar de espinas y colibrí. Frida Kahlo (1940)
 
El dibujo. Angelica Kauffmann (1778-1780) 
La muestra termina con las Pintoras y sus magníficos autorretratos, ya que paradójicamente, a pesar de ser una muestra que ensalza el papel de la mujer activa, se trata de una exposición donde abundan las obras de artistas masculinos. Destaca el magnífico retrato de Frida Kahlo, una de mis pintoras favoritas, y por la que, ya sólo por ver su obra, me acerqué a la muestra. Entre el resto de pintoras me quedo con la bellísima Angelica Kauffmann, quien, como muchas otras artistas, combinaron el papel de creadoras (tradicionalmente masculino) con el de modelos (siguiendo el rol convencionalmente atribuído a las mujeres). Como podréis imaginar, esta es solo una pequeñísima selección de las obras que se pueden ver en Heroínas, elegidas subjetivamente por ser las que más me han gustado, si queréis verlas todas, acercaos a la exposición que estará abierta en ambas sedes hasta el 5 de junio. Si no podéis acercaros y os habéis quedado con ganas de más, podéis recurrir a la visita virtual que nos proponen desde el Thyssen y Caja Madrid.

 
Duelo después del baile de máscaras. Jean-Léon Gérôme (1857-1859)

La visita a la Fundación Caja Madrid es gratuita, mientras que el Museo Thyssen cobra 8 euros por la muestra Heroínas, y 13 euros por la exposición y el resto de colecciones del museo. Para amortizar tan elevado gasto tened en cuenta que estos días y hasta el 22 de mayo podéis ver también en el museo la muestra Jean-Léon Gérôme (1824-1904), un recorrido por la obra del pintor francés, uno de los más famosos de su época, quien recibió numerosas críticas por seguir defendiendo los convencionalismos de la pintura académica hiper realista, cuando el movimiento impresionista y expresionista estaba ya en pleno auge. Personalmente prefiero otro tipo de pintura, si bien es cierto, que algunas imágenes creadas por Gérôme son muy bellas, y recrea de una manera muy personal temas históricos a los que consigue dotar de vida.

 
La pelea de gallos. Jean-Léon Gérôme (1846)

Se trata de la primera exposición monográfica que se le dedica en España, y recorre sus inicios en los años cuarenta del siglo XIX hasta su producción más tardía, tanto en pintura como en escultura. Con La pelea de gallos se presentó en 1847 en el Salón oficial donde recibió una medalla de tercera clase, comenzando una carrera imparable de éxitos profesionales.






Baño turco o Baño moro. Jean-Léon Gérôme (1870)

Su gusto por lo oriental se refleja en numerosos cuadros, el propio pintor viajó en varias expediciones a Egipto y Oriente Próximo atraído por lo romántico y literario del mundo árabe.



 La última oración de los mártires cristianos. Jean-Léon Gérôme (1863-1883)

Pero si hay un género que cultivó por encima de los demás, y en el que destacó, fue en el tema histórico: la Antigüedad, el siglo XVII francés y la época napoleónica fueron sus periodos históricos preferidos. En este tipo de imágenes nos traslada hasta el mismo escenario de la acción, y dota de movimiento a los personajes, consiguiendo crear una ilusión de movimiento detenido.

Tanagra. Jean-Léon Gérôme (1890)

Podemos contemplar también su faceta como escultor, siguiendo el modelo clásico y dotándolas de policromía. Es especialmente hermosa su obra Tanagra que podéis ver arriba. Y si aún no son suficientes motivos para acercaros al Thyssen, hasta este domingo 20 de marzo aún podéis ver Vanguardias rusas, una instalación que se ha realizado con motivo de la presencia de Rusia como país invitado en la reciente edición de Arco, y en la que se ha reunido en un mismo espacio la colección de obras que conserva el Museo de las vanguardias rusas. Personalmente este es un aliciente más que suficiente para acercarse al Thyssen, dentro de esta colección se encuentran algunos de mis pintores favoritos.

 Marc Chagall. La casa gris (1917)

 Wassily Kandinsky. La Ludwigskirche en Múnich (1908)

Alexej von Jawlensky. El velo rojo (1912)



Natalia Goncharova. El bosque (1913)

Y después de esta larguísima entrada con la que espero no haberos cansado mucho, me queda contaros que estoy pensando en crear una sección para el blog. No soy muy amiga de las secciones, principalmente porque no confío en mi perseverancia a la hora de mantenerla, pero he visto monográficos y secciones en otros blogs que me han parecido interesantes y se me ha ocurrido una idea que creo puede ser interesante. La sección se llamará Museos del Mundo, y en ella haré un recorrido por algunos de los museos que he podido visitar tanto fuera como dentro de España. Muchas veces me ha sucedido a la hora de ir a visitar algún sitio no tener claro si determinado museo valdría la pena o no, teniendo en cuenta los elevados precios de algunos es para pensarlo, así que, como soy una fanática de los museos suelo decantarme por visitarlos, y así, la mayoría de las veces he acertado pero muchas otras no. Creo que podría ser interesante comentaros mis impresiones sobre distintos museos para que cuando vayáis a esos países o ciudades tengáis una idea aproximada de lo que podréis encontrar en ellos. Y si no tenéis pensado ir a esos lugares, será una manera de hacer una visita virtual. Todavía estoy perfilando cómo hacerlo y la periodicidad, pero creo que en breve llegará la primera entrega. ¿Qué os parece la idea? Venga, hacedme propuestas y dadme ideas sobre esta nueva sección.