Título: Poemas 1934-1952
Autor: Dylan Thomas
Editorial: Visor Libros (1976)
Año publicación: 1934-1952
Páginas: 121
Precio: 10 euros
Como veis este año me estoy reconciliando totalmente con la poesía, género que abandoné un poco el año pasado, y he de decir que está siendo todo un placer. Aunque me encanta leer novelas, leer poesía tiene un "algo" que no tienen las novelas: acurrucarme en el sofá e ir leyendo los poemas, deteniéndome en ellos, pensándolos, saboreándolos, volviendo a ellos, a una frase o pensamiento que me ha gustado especialmente. Muchos comentáis siempre que no leéis poesía, que no es lo vuestro, creo que es cuestión de dedicarle tiempo. Desde luego, en el metro o el autobús, atestado de gente, con conversaciones a gritos, es imposible disfrutarla. Pero, si se tiene un momento de tranquilidad, es de las lecturas más satisfactorias que se pueden hacer. Buscad a vuestro poeta, si no os gusta la poesía es porque aún no habéis encontrado al poeta con el que conectáis. En mi caso, mi favorita es la anglosajona, tanto ingleses, irlandeses como americanos, especialmente porque con la traducción siempre se pierde mucho, y el inglés es el otro idioma junto al español en el que leo, así que suelo hacerme con ediciones bilingües para poder disfrutar de los poemas en su idioma original. Aquí os pondré una selección de los poemas que más me han gustado del libro en su traducción al español, por no hacer una entrada demasiado larga.
La mano que firmó el papel
La mano que firmó el papel derribó una ciudad;
cinco dedos soberanos el aliento tasaron,
doblaron el globo de muertos y seccionaron un país;
estos cinco reyes la muerte a un rey causaron.
La poderosa mano lleva a un hombre caído,
el yeso agarrota sus articulaciones;
una pluma de ganso puso fin a la muerte
que había puesto fin a las conversaciones.
La mano que firmó el tratado engendró fiebre,
y creció el hambre, y vino la langosta;
grande es la mano que domina al hombre
tan sólo por haber garabateado un nombre.
Los cinco reyes cuentan los muertos mas no calman
la herida encontrada ni acarician la frente;
una mano gobierna la piedad como otra el cielo;
lágrimas por derramar, ninguna mano tiene.
Hace poco vi la película En el límite del amor, protagonizada por mi adorado Cillian Murphy, Keira Knightley, Sienna Miller y Mathew Rhys. Una película que os recomiendo que no os perdáis, en la que se narra un pequeño episodio de la vida del poeta inglés Dylan Thomas, y que me animó a leer la antología que tenía desde hace tiempo en casa.
Poemas 1934-1952 hace una selección de algunos de los poemas que
Dylan Thomas escribió a lo largo de su breve vida. Nacido en
Swansea (Gales) en
1914 y fallecido en
Nueva York en
1953, se trata de uno de los
poetas ingleses más destacados de la
primera mitad del siglo XX. Marcado como tantos otros compatriotas por el estallido de la
II Guerra Mundial (aunque él no llegó a alistarse nunca), sus poemas se alejan de lo inmediato, de todo lo que le rodea, y se centran en un tema central:
la vida y la muerte, como dos entes inseparables y necesarios, la creación y la destrucción de todo lo vivo, el asombro diario ante la vida y todo lo hermoso que contiene.
Y la muerte no tendrá señorío
Y la muerte no tendrá señorío.
Desnudos los muertos se habrán confundido
con el hombre del viento y la luna poniente;
cuando sus huesos estén roídos y seas polvo los limpios,
tendrán estrellas a sus codos y a sus pies;
aunque se vuelvan locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar saldrán de nuevo,
aunque los amantes se pierdan quedará el amor;
y la muerte no tendrá señorío.
Y la muerte no tendrá señorío.
Bajo las ondulaciones del mar
los que yacen tendidos no morirán aterrados;
retorciéndose en el potro cuando los nervios ceden,
amarrados a una rueda, aún no se romperán;
la fe en sus manos se partirá en dos,
y los penetrarán los daños unicornes;
rotos todos los cabos ya no crujirán más;
y la muerte no tendrá señorío.
Y la muerte no tendrá señorío.
Aunque las gaviotas no griten más en su oído
ni las olas estallen ruidosas en las costas;
aunque no broten flores donde antes brotaron ni levanten
ya más la cabeza al golpe de la lluvia;
aunque estén locos y muertos como clavos,
las cabezas de los cadáveres martillearan margaritas;
estallarán al sol hasta que el sol estalle,
y la muerte no tendrá señorío.
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Dylan Thomas junto a su mujer Caitlin |
Dylan Thomas fue un vividor, bohemio, alcohólico, amante de la vida, en definitiva, hasta sus últimas consecuencias. Ha sido denominado el último maldito, con todos los excesos que ello conlleva, no en vano murió con tan solo 39 años. Sus poemas contienen todo ese universo oscuro y decadente, están llenos de sonoridad (por lo que si podéis, os recomiendo que los leáis en inglés), de imágenes, a veces crípticas, pero siempre de una gran belleza. Os animo a que conozcáis a este poeta del que, como curiosidad, os diré que se cuenta que Bob Dylan tomó su nombre por la gran admiración que sentía por sus poemas.
La fuerza que por el verde tallo impulsa la flor
La fuerza que por el verde tallo impulsa la flor
impulsa mis verdes años; la que agosta la raíz del árbol
es la que me destruye.
Y yo estoy mudo para decirle a la rosa doblada
que dobla mi juventud la misma invernal fiebre.
La fuerza que impulsa el agua entre las rocas
impulsa mi roja sangre; la que seca las ruidosas corrientes
vuelve cera la mía.
Y yo estoy mudo para decirles con mi boca a mis venas
que la misma boca bebe en la corriente del monte.
La mano que arremolina el agua del estanque
remueve la arena; la que amarra el soplido del viento
detiene mi vela de sudario.
Y yo estoy mudo para decirle al verdugo
que su cuerpo vil está hecho de mi arcilla.
Los labios del tiempo sorben del manantial;
el amor gotea y se recoge, mas la sangre vertida
calmará sus pesares.
Y yo estoy mudo para decirle al viento de un tiempo
que el tiempo ha marcado un cielo alrededor de los astros.
Y yo estoy mudo para decirle a la tumba de la amada
que en mi sábana avanza encorvado el mismo gusano.