jueves, 31 de enero de 2013

Un poco de tiempo para Emma y para mí


Eve Arnold, Nueva York, Long Island. Una madre sostiene la mano de su hijo (1959)

Hoy se cumple justo una semana del nacimiento de mi pequeña Emma, que llegó al mundo el pasado jueves a las 14,25 horas con un peso de 3,720 kilos, durante un parto natural y sin complicaciones. Aunque las dos estamos muy bien, esto de la maternidad es un trabajo a tiempo completo, aún nos estamos conociendo y para qué negarlo, aún me paso el rato contemplándola sin creer del todo que este pequeño ser haya salido de mi. Por eso os pido un poco de tiempo para adaptarme a todo esto, vaivenes emocionales incluidos. Tengo algunas entradas que dejé preparadas con tiempo en previsión de que pudiera pasar esto, pero no creo que pueda pasarme con la misma asiduidad por vuestros blogs o responder vuestros comentarios. Poco a poco. Porque es verdad que cada día que pasa me organizo un poco mejor, así que espero en breve volver a una relativa normalidad, echo mucho de menos pasarme por otros blogs, el intercambio de comentarios, las recomendaciones... De momento en mis pocos tiempos libres doy prioridad a lo que más me llena y sin lo que no podría pasar, os lo imagináis ¿no?: LEER. Y es que como me imaginaba, todos esos agoreros que me decían que de ahora en adelante me olvidase de leer, no tenían razón. Todos los días saco un rato para leer, unos días más, otros menos, pero siempre un buen puñado de páginas. Está claro que si algo te gusta de verdad no lo vas a dejar así como así, aprovecho los ratos en que la pequeña duerme, cono veis tengo algo más parado el blog, no veo nada la tele, duermo menos de lo que debiera, pero disfruto al cien por cien de todos y cada uno de mis ratos de lectura. Ahora mismo estoy leyendo Rebeca de Daphne de Maurier, el libro en el que se inspiró Alfred Hitchcock para su magnífica película, y de momento, cuando aún no voy por la mitad del libro (con lo que mi criterio puede cambiar) me está decepcionando bastante. Ya me avisó Trescatorce del blog Rock and Roll dreams, quien lo había leído hace años y a quien no le había gustado. Y es que toda la tensión, la atmósfera asfixiante de la película, brilla por su ausencia en la novela que de momento es bastante densa y lenta, con descripciones un tanto innecesarias y con un tufillo a novela rosa que no me está convenciendo nada. Ya os contaré con más detalle cuando la haya terminado, además, tengo la idea de volver a ver la película una vez terminado el libro a ver si mis impresiones son las mismas. Como os comentaba antes, espero volver a la dinámica normal del blog en cuanto pueda, de momento, os pido un poco de paciencia porque estoy viviendo un momento muy bonito en mi vida y quiero seguir disfrutándolo al cien por cien. ¡Gracias por vuestra comprensión!

lunes, 21 de enero de 2013

'En busca del tiempo perdido I. Por la parte de Swann' de Marcel Proust

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Título: En busca del tiempo perdido I. Por la parte de Swann (Du côté de chez Swann)
Autor: Marcel Proust
Traducción: Carlos Manzano
Editorial: DeBolsillo (febrero 2011)
Año de publicación: 1913
Páginas: 446
Precio:  10,95 euros

En su momento, cuando terminé de leer este libro tras el verano no me vi ni con fuerzas ni con ganas de hablar de él en el blog. Había sido una lectura muy dura, compleja y que necesitaba digerir, no es lo mismo comentar un libro entretenido sin más que un clásico de la literatura de este calibre. Ahora, pasados unos meses, con la distancia que eso da, me veo con un poco más de ganas para comentaros mis impresiones sobre la primera parte de esta extensa obra de Marcel Proust. Y es que En busca del tiempo perdido está compuesto por siete volúmenes, escritos entre 1908 y 1922, de los cuales, este Por la parte de Swann es la primera parte. Como veréis en la ficha del libro, este 2013 se cumple el primer centenario de la publicación de esta primera parte, un motivo más para acercarse a ella. En busca del tiempo perdido es una obra que de primeras asusta, a mí incluida, principalmente por su gran extensión, pero también porque es uno de esos libros complejos, en los que se usa magistralmente el monólogo interior y el libre discurrir de la conciencia, pero donde, a cambio, suceden pocas cosas y el diálogo es casi inexistente. No nos vamos a engañar, es una lectura compleja y ardua, pero que vale mucho la pena, leer una obra como esta es disfrutar de una prosa realmente cuidada y de recursos literarios realmente ingeniosos, algo que seguro que se incrementa para aquellos que tengáis la suerte de leer en francés. Si no os da miedo la complejidad del estilo narrativo, que no os eche para atrás su extensión, comenzad con esta primera parte (que se puede leer de manera independiente, no quedan cabos sueltos) y si os animáis ya iréis leyendo poco a poco el resto  de volúmenes, que es lo que tengo pensado hacer yo, sin prisa, sin fechas, cuando me apetezca me leeré el segundo volumen (que ya tengo en casa) y así con el resto.



Toda la novela gira en torno a la pérdida y al tiempo que pasa sin que podamos detenerlo, a los recuerdos que esto nos genera, tanto de momentos concretos, como de sensaciones como son un olor o un sabor. Se divide en tres partes, una primera, Combray, en la que se rememora la pérdida de la infancia desde los recuerdos del protagonista cuando veraneaba en esta localidad, los anhelados besos de buenas noches que tenía que robar a su madre, la presencia de un padre rígido y severo o las cenas que ambos organizan y donde aparece el personaje que da nombre a la novela, Swann, un personaje enigmático al que iremos conociendo poco a poco. Esta ha sido quizá mi parte favorita de la novela, especialmente por la facilidad que tiene Proust para universalizar esos recuerdos de infancia y conseguir que recordemos los nuestros propios. Destaca uno de los pasajes más famosos de la obra, en la que el protagonista, al probar un trozo de magdalena con té, asocia ese sabor a sus días de infancia de manera subconsciente, volviéndole un montón de recuerdos a través de sus sentidos, en este caso del gusto.
...no tardé en llevarme maquinalmente a los labios una cucharada de té, en la que había dejado ablandarse un trozo de magdalena, pero en el preciso momento en que me tocó el paladar el sorbo mezclado con migas de bizcocho me estremecí, atento al extraordinario fenómeno que estaba experimentando. Me había invadido un placer delicioso, aislado, sin que tuviera yo idea de su causa. Al momento me habían vuelto indiferentes -como hace el amor- las visicitudes de la vida, sus inofensivos desastres, su ilusoria brevedad, colmándome de una esencia preciosa: o, mejor dicho, esa esencia no estaba en mí, sino que era yo. Había cesado de sentirme mediocre, contingente, mortal.


La segunda parte, Un amor de Swann, suele venderse por separado y ya la había leído hace muchos años. Se trata de la parte más amena ya que trata la relación amorosa de Swann con Odette, los círculos sociales llenos de cotilleos y la vida frívola y desenfadada de la burguesía parisina de la época. En esta parte la pérdida es la del amor. Puede parecer en un primer momento que se desliga del resto de la novela, ya que el narrador, ese hombre que rememora sus recuerdos de infancia, no aparece como hasta el momento para contar vivencias propias, sino que narra exclusivamente la relación de Swann y Odette. Sin embargo, Swann ya ha aparecido en la primera parte como un personaje importante en la vida de la familia del protagonista, y volverá a aparecer en la última parte, donde el narrador retoma su protagonismo, sin dejar de hacer un balance de la relación y la vida de Swann. Esta última parte, Nombres de país: El nombre, la más breve de la novela pero también la más pesada, avanza en la acción de la trama y nos muestra cómo han evolucionado algunos de los personajes que hemos venido conociendo hasta ahora, en especial nuestro narrador-protagonista y Swann. Esta parte final supone el despertar al amor del protagonista y su primer alejamiento de esos días de infancia.



Como podéis haber visto por el fragmento que añado, el estilo es bastante denso, especialmente porque las frases son muy largas, se dan muchas vueltas sobre un mismo punto, y se reflejan de manera muy minuciosa los pensamientos del narrador, como un libre transcurrir de la conciencia. Esto hace que la lectura no sea sencilla en absoluto, que requiera mucha concentración y que en ocasiones resulte hasta aburrida. Sin embargo, este libro, como otros de este tipo (Ulises de James Joyce, Al Faro de Virginia Woolf) aunque duro mientras se lee, produce al terminarlo una sensación de lo más agradable, ya que en conjunto es una lectura muy por encima de otras, e incluso en pasajes concretos (como por ejemplo el de la magdalena) consigue conectar con nosotros de una manera increíble, ya que, a pesar de la distancia temporal que nos separa de la época del autor y de las diferencias sociales y culturales, podemos sentir que el tiempo no ha pasado y que hay un carácter universal en la novela que hace que podamos entender y empatizar con el personaje, ya que esas vivencias de sensación de tiempo perdido, de pasado idealizado, de memoria y momentos dejados atrás que nos hubiese gustado poder conservar intactos, viven también en nosotros.



¿Recomiendo esta novela? Por supuesto. Se trata de una obra maestra de la literatura universal con la que no solo nos deleitamos con el lenguaje y las figuras literarias que utiliza el autor, sino con una historia universal y actual a pesar del paso del tiempo. Como toda obra con mayúsculas de la literatura, su lectura es dura, pesada en muchas ocasiones, no es para relajarse o pasar un rato, más bien al contrario, exige mucha concentración. Por eso, aunque la recomiendo, lo hago solo si se coge con ganas, si se tiene tiempo y momentos para sumergirse completamente en la lectura. Y como decía antes, sin presiones ni agobios, sin pensar que quedan otras seis novelas más para completar el ciclo. Leed esta novela como si fuese única e independiente (que de hecho puede serlo), y si os quedáis con ganas de más, acercáos a la siguiente con el mismo espíritu y si luego queréis más, a por la tercera, y así, pero sin pensar en ningún momento que se trata de una obra tan extensa.
Marcel Proust
Las imágenes que ilustran esta entrada son todas de la localidad de Illiers-Combray, protagonista indiscutible  de la novela, aunque algunos pasajes se desarrollen en París. Illiers-Combray se encuentra en la región de Baja Normandía en Francia y fue realmente la localidad en la que veraneó Proust. En un principio su nombre era simplemente el de Illiers, pero debido a la repercusión de la novela, se decidió añadirle el Combray de la novela para atraer al turismo. Es por ello que la localidad se encuentra llena de referencias al escritor, como la Casa Museo o incluso una panadería que asegura vender esas deliciosas magdalenas que Proust describe en su novela y que consiguen transportarnos a nuestra niñez. Un destino literario que sin duda hay que tener en cuenta.

miércoles, 16 de enero de 2013

'Ruido de fondo' de Don DeLillo

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Título: Ruido de Fondo (White Noise)
Autor: Don DeLillo
Traducción: Gian Castelli
Editorial: Austral Seix Barral (octubre 2011)
Año de publicación: 1984
Páginas: 431
Precio:  8,95 euros
¿Acaso no es la muerte la frontera que todos precisamos? ¿Acaso no es ella la que proporciona a la vida su preciosa textura y su sentido de la definición? Tienes que preguntarte hasta qué punto las cosas de esa vida poseerían belleza y significado alguno si no tuviéramos conciencia de una frontera, un confín o un límite final.
Por fin me he atrevido a repetir con Don DeLillo, un autor que me dejó sin palabras con Punto Omega (de la que podéis leer la reseña que hice aquí), una de las mejores novelas que leí en 2012, y aunque, como me temía, Ruido de Fondo (que ganó el National Book Award en 1985) no me ha supuesto el impacto de esa primera lectura, me confirma que DeLillo va a ser sin duda uno de mis favoritos, uno de esos autores de los que voy a devorar todo lo que haya publicado. De nuevo, el relato es una mera excusa para poner de relieve ciertas ideas y cuestiones que han estado dándome vueltas a la cabeza durante días y días. En este caso, el tema central es el consumismo desatado de las sociedades occidentales (en concreto, de la norteamericana) y el miedo a la muerte vinculado a ese acumular posesiones que parece que por unos momentos nos concede un respiro sobre la idea de nuestra mortalidad: cuantos más productos acumulamos, menos indefensos nos sentimos ante la muerte, aunque también, cuanto más acumulamos, más miedo tenemos a perder nuestras posesiones y por tanto nuestra vida, la posesión más preciada de cada uno.

Ingeborg Morath. Sin título. (de la serie Máscara con Saul Steinberg), 1962

La acción transcurre en una pequeña población universitaria de EEUU, allí vive Jack Gladney, profesor universitario especializado en estudios sobre Hitler, junto a su cuarta mujer Babette y toda una tropa de hijos que ambos han aportado de matrimonios anteriores. Plenos de salud, satisfechos con ellos mismos y sus vidas, pasan el día recorriendo largos pasillos de supermercado, adquiriendo productos y más productos, latas y envases que luego consumirán en casa donde el televisor es el centro neurálgico de sus vidas, sin olvidar la radio, también encendida a todas horas para que nunca se apague ese ruido de fondo sin el que no parecen saber vivir. Esa aparente felicidad capitalista esconde un profundo y primigenio miedo a la muerte que ni Jack ni Babette saben enfrentar. El punto de inflexión llegará un día cuando un accidente provoca un escape tóxico a la atmósfera para el que no están preparados.

Ingeborg Morath. Las Vegas, Nevada, 1960

Aunque, por supuesto, la novela tiene argumento, este se supedita totalmente a las ideas que el autor nos quiere transmitir, y lo hace con imágenes muy potentes que se nos quedan grabadas en la retina: las hileras e hileras de estantes en enormes supermercados llenas de alimentos; la televisión y la radio continuamente encendidas en casa, alrededor de las que, como si se tratara de un ídolo, se reune toda la familia; la reverencia y a la vez temor ante los médicos que pueden con una sola palabra incrementar ese temor a la muerte; ese escape tóxico preludio de una catástrofe que un capitalista de clase media-alta no puede asumir, ni siquiera puede aceptar la idea de que algo así le pueda suceder a él, eso son cosas que les pasan a los demás, a los pobres, a los que no tienen su posición.

Esas cosas le ocurren a la gente pobre que vive en zonas desprotegidas. La sociedad está organizada de tal modo que son los pobres y los analfabetos quienes sufren el impacto principal de las catástrofes naturales y artificiales. Son los habitantes de las zonas deprimidas quienes sufren las inundaciones, son los que viven en chabolas quienes soportan los huracanes y los tornados. Yo soy catedrático de Universidad. ¿Has visto alguna vez a un catedrático remando en un bote a lo largo de su propia calle cuando han salido inundaciones en televisión?
Ingeborg Morath. Nueva York, 1958. Clase de belleza en el Salón de Helena Rubinstein

Si algo me ha costado con esta novela, ha sido seleccionar solo algunos fragmentos, ya que la misma esta plagada de  frases y pasajes realmente interesantes que dan que pensar. DeLillo nos confronta con nosotros mismos, con nuestra sociedad consumista y nuestros temores. Cierto es que estamos aún a años luz de la sociedad estadounidense, pero no es difícil sentirse identificado con ese ansia por comprar, como le sucede al protagonista tras un encuentro con una persona que no le cae muy bien, siente que necesita comprar y comprar casi sin importar el qué, tan solo para sentirse mejor. O ese miedo a la muerte tanto propia como de la pareja o de los seres queridos, ese miedo al vacío, a la nada, a la no existencia y a la pérdida de todo lo que es importante para nosotros. DeLillo nos pone un espejo ante nosotros, un espejo en el que no es fácil mirarse, por un lado, reconocemos esos vicios y temores en nosotros mismos, por otro, deseamos no ser como los Gladney, poner distancia entre nosotros y ellos.

Ingeborg Morath. Memphis, Tennessee, 1960 

Tengo claro que ni es un libro que gustará a todos ni Don DeLillo es un autor con el que pueda disfrutar todo el mundo, definiría sus novelas como eminentemente intelectuales, en las que las ideas priman sobre la trama. De hecho, el suceso más relevante de la novela se da casi al principio de la misma, siendo uno de los capítulos más breves y no teniendo finalmente la relevancia que pueda parecer en un principio. Luego, la narración sigue en un discurrir lineal, casi monótono a veces. Y es que esa sería la mayor pega que le pondría a esta novela, que le sobran unas cuantas páginas, que DeLillo le da vueltas y vueltas a la misma idea, se vuelve redundante, que abusa de las conversaciones y pensamientos que nos llevan una y otra vez a lo mismo, con lo que puede resultar una lectura un tanto pesada, especialmente al final de la novela. A pesar de ello, ha sido un libro que no he podido soltar, que me ha tenido días y días rumiando sobre el consumismo y la muerte (quizá más sobre este segundo tema), la vida que llevamos y cómo nos engañamos a nosotros mismos tratando de pensar que no, que pese a vivir en una sociedad capitalista, somos diferentes, que a nosotros no nos pasa eso, cuando estamos inevitablemente inmersos en esa vorágine.

 Ingeborg Morath. Nueva York, 1957. Una llama en Time Square

Sé que no tiene nada que ver con la entrada y que quizá sería mejor crear una específica para cosas personales, pero como sois unos cuantos los que me preguntáis de vez en cuando, quiero agradeceros el interés contándoos un poco cómo van las cosas. Todavía estamos esperando a Emma y es que no salgo de cuentas hasta el lunes 21 de enero, parece que la cosa va para largo porque no tiene pinta de que vaya a salir aún. Eso sí, en cuanto llegue, os lo contaré inmediatamente. Estoy nerviosa, cansada y con sentimientos encontrados, deseando que llegue ya aunque también con miedo de que llegue el momento, algo que me imagino que es normal. Así que, de momento, y aunque con el ritmo más relajado que estoy llevando en el blog de una entrada semanal, seguiré por aquí. Leer estoy leyendo muchísimo, de hecho, las entradas se me acumulan, pero es que el sueño y los nervios no me dejan concentrarme mucho más, ahora lo único que me apetece es leer y leer, y así abstraerme un poco de la espera. Muchísimas gracias a todos por pasaros por aquí y por interesaros por nosotras.

miércoles, 9 de enero de 2013

'La peste escarlata' de Jack London

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Título: La peste escarlata (The Scarlet Plague)
Autor: Jack London
Traducción: Marcial Souto
Ilustraciones: Luis Scafati
Editorial: Libros del Zorro Rojo (febrero 2012)
Año de publicación: 1912
Páginas: 120
Precio: 22,90 euros


La pólvora aparecerá. Nada podrá impedir que se repita la vieja historia. Habrá más hombres y lucharán entre ellos. La pólvora permitirá que los hombres maten a millones de hombres, y sólo de esa manera, a fuego y sangre, evolucionará en algún remoto futuro una nueva civilización. ¿Y qué habrá mejorado? Así como desapareció la vieja civilización, desaparecerá la nueva. Quizá tarde cincuenta mil años en crearse, pero desaparecerá. Todo desaparece.

Después del largo descanso que me he tomado en el blog por las fiestas navideñas, voy a intentar sacudirme la pereza e ir poniéndome poco a poco al día con las entradas que tengo pendientes, algunas de ellas lecturas del 2012 que se quedaron en el tintero, y otras ya de este recién estrenado 2013. Estas Navidades mi chico y yo nos hemos autoregalado algunos libros bastante interesantes, entre ellos, La peste escarlata de Jack London, el primer libro que he leído este año. Se trata de una edición ilustrada,  con lo que a una historia magníficamente escrita, hay que añadirle unas ilustraciones inquietantes y con mucha personalidad que complementan a la perfección el texto. Estas ilustraciones han sido realizadas por el argentino Luis Scafati (Mendoza, 1947), y complementan el relato con imágenes llenas de terror y angustia, unas imágenes que he incluido en esta entrada y que podéis ver a continuación.




Soy una de las muchas fanáticas de las historias apocalípticas, tanto en literatura, como cine o series de televisión, así que esta breve pero intensa joya, pionera y visionaria del género, me ha encantado. Jack London sitúa además la fecha de una plaga que casi termina con la humanidad en el verano de 2013, algo que le supone ciertos anacronismos y errores inevitables, graciosos a nuestros ojos, e imposibles de prever por el escritor que publicó esta historia en 1912. Así, por ejemplo, para Jack London ese mundo futuro de 2013 está tan superpoblado que en San Francisco viven 4 millones de personas (cuando en realidad la cifra es de algo más de 700.000 habitantes) o señala que Londres es "la ciudad más grande del mundo después de Chigago". Pero, aparte de esto, la historia es bastante realista en cuanto a lo que podría ser una pandemia mundial, con la población humana diezmada por una extraña enfermedad que se expande rápidamente entre la población. 



En el presente en que se nos cuenta la historia han pasado 60 años de la peste, un anciano, el último superviviente de aquel mundo en el que trabajaba como profesor universitario, relata a sus nietos, pequeños salvajes, cómo sucedió todo y trata de transmitir algo de unos días que ya nadie recuerda ni echa en falta. Les cuenta cómo la peste escarlata, una enfermedad mortal y fulminante, fue propagándose diezmando a la población, cómo esos días el caos se apoderó de todo y cómo lo peor del ser humano salió a la luz (violaciones, asesinatos, robos...). Tan solo unos pocos lograron sobrevivir y llegar hasta ese presente en el que la cultura o la civilización ya no sirven de nada, de hecho, los niños no entienden que su abuelo fuera profesor y se dedicara a hablar y hablar a sus alumnos, algo que para ellos no tiene sentido. Ahora que los animales, libres del exterminio del ser humano, campan a sus anchas y son incluso más abundantes que los humanos y más salvajes, ahora que la vegetación se ha hecho con la Tierra, que las ciudades no tienen sentido y se ha vuelto a un estado de primitivismo total, los individuos que mejor sobreviven son los más salvajes, los que saben cazar y protegerse de los demás.



El anciano narrador lamenta todas esas pérdidas de las que tan sólo él es consciente: sus nietos ni siquiera saben hablar un inglés correcto, sino una serie de sonidos y palabras muy diferentes de lo que fue el idioma en su momento, más parecido a un lenguaje de salvajes que de humanos. Lamenta la pérdida de los libros, del saber y la cultura, que trata de preservar guardando en una cueva montones de libros para generaciones futuras, aunque con gran pesimismo considera también que quizá esa labor no sirva ya para nada en un mundo donde los más brutos, incultos y violentos son los que tienen el poder. Lo que para él era importante: la lectura, la música, una conversación inteligente, ya no tiene cabida en este nuevo mundo.

Podría destruir esos libros guardados en la cueva: lo mismo da que permanezcan o se pierdan, porque todas sus viejas verdades serán descubiertas y todas sus viejas mentiras serán vividas y transmitidas. Qué importancia tiene...




La novela tiene todos los elementos indispensables de toda buena historia apocalíptica, que ya hemos visto miles de veces en novelas como La carretera de Cormac McCarthy, Soy Leyenda de Richard Matheson o Apocalipsis de Stephen King, por poner algunos ejemplos, pero que resultan de lo más novedosos si pensamos que fue una obra escrita a principios del siglo XX y que además fue la precursora del género e influencia indiscutible de todas esas obras posteriores. El tono general de la novela es muy pesimista y catastrofista, London no cree en el ser humano, sino que apuesta por su lado más salvaje e incivilizado que, una y otra vez, termina con la civilización y con lo que esta ha construido. La vuelta a lo salvaje y la naturaleza dominando el mundo, dos de las constantes en la obra de Jack London, aparecen también en esta novela. 



El estilo es muy sencillo y directo, muy actual, eso, unido a la brevedad del relato hace que dure un suspiro entre las manos. Eso sí, posee muchos pasajes duros y perturbadores, especialmente durante el desencadenamiento de la peste, donde el "sálvese quien pueda" está a la orden del día. Sin duda, si os gustan las historias apocalípticas, os encantará La peste escarlata; si no sois asiduos a este género, os lo recomiendo igualmente: está magníficamente escrito, con una prosa sencilla y clara, muy evocadora, que nos permite imaginarnos perfectamente lo que se nos cuenta, con un relato que nos mantiene en vilo hasta el mismo final. De Jack London ya os he hablado muchas veces en el blog, es uno de mis autores favoritos y ya ha aparecido por aquí con obras como La llamada de lo salvaje, La quimera del oro o Colmillo blanco. En mi caso es siempre una apuesta segura, un clásico que nunca defrauda, que sabe conjugar historias interesantes y muy entretenidas, así como una prosa muy ágil y asequible, con temas que dan para pensar y para largas reflexiones.