viernes, 4 de diciembre de 2009

El Museo del Romanticismo de Madrid por fin abre sus puertas

Por fin podemos visitar el Museo del Romanticismo de Madrid tras años cerrado por reformas, desde hoy hasta el domingo día 6, las visitas serán gratuitas, y a partir de entonces, de tan sólo 3 euros. Una oportunidad así no podía perdérmela, así que esta mañana estaba allí a las 10 para ver qué había de tanta expectación. Y la verdad es que merece la pena, mucho más que eso, a partir de ahora debería ser una visita obligatoria para todos los que se acerquen a Madrid. Por un lado, tenemos el edificio que lo alberga, un palacio neoclásico construido en 1776 de una belleza increíble. El palacio está perfectamente ambientado, al pasear por sus habitaciones podemos imaginar cómo vivían en él, al recorrer su pasillos nos vemos inmersos en tantas y tantas novelas que hasta el momento sólo habíamos podido imaginar y que ahora podemos vivir. Por mi cabeza no dejaban de pasar las obras de románticos como Goethe, Austen, Brönte... o nuestros Bécquer, Zorrilla o Larra, que por supuesto tienen su lugar en el Museo. Encontramos la típica escalera señorial que nos conduce a distintas estancias como el salón de baile, el comedor donde la porcelana y la cristalería están perfectamente colocadas a la mesa como si de un momento a otro fuese a sentarse a comer una familia decimonónica, el boudoir -donde por fin he podido ver cómo eran los carnets de baile que aparecen en tantas novelas-, la sala de juegos de los niños -con increíbles casas de muñecas, soldaditos de plomo, muñecas de porcelana...-, el fumador o la sala de billar, por citar sólo algunas de ellas. Pinturas de Goya, Madrazo, Esquivel y Valeriano Domínguez Becquer, hermano del famoso poeta; muebles de ensueño; pequeñas piezas como porcelanas, relojes, figuritas... San Gregorio Magno de Goya, en el oratorio

Destaca además el llamado gabinete de Larra, donde además de dos pistolas que pudieron ser como las que el literato usó para suicidarse frente a un espejo, hay un manuscrito de su puño y letra, una de las bandas que se usaron en el entierro de Zorrilla o un retrato de Bécquer en su lecho de muerte. Como curiosidad, y que puede dar la medida del espíritu romántico de la época, una mesita circular en el anteoratorio, cuya piedra blanca no es sino una antigua lápida. ¡Bienvenidos al romanticismo!

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