martes, 11 de noviembre de 2008
Caminar sobre las aguas
El cine israelí no es especialmente popular en España, además, es difícil encontrar películas que se desarrollen en Israel sin recurrir única y exclusivamente y de manera recurrente al conflicto entre palestinos e israelíes. Caminar sobre las aguas del director Eytan Fox es una grata sorpresa para aquellos a los que les guste ese otro cine que no suele verse en grandes salas comiendo palomitas.
El argumento es éste: Eyal es un agente del Mossad, el servicio secreto israelí, encargado de localizar a Alfred Himmelman, un ex oficial nazi. Para ello tiene que establecer una estrecha relación con sus nietos Pia y Axel -especialmente con éste último-, haciéndose pasar por guia turístico. La relación entre Eyal y Axel se hace cada vez más estrecha, hasta que el primero descubre que Axel es homosexual...
La película aborda muchísimos temas de gran complejidad: el terrorismo, los asentamientos israelíes, la homosexualidad, el nazismo, el suicidio... Sin embargo, el director, con gran maestría consigue que esa carga de complejidad no resulte excesiva, incluso podría decirse que el film tiene un tono ligero como de comedia, aderezado por los espectaculares paisajes de Israel que se nos muestran a modo de hermosísima postal, así como la visita a un Berlín mágico, casi de ensueño.
El conflictoárabe-israelí es aquí tratado con gran maestría. El director evita mostrar directamente la agonía del pueblo palestino, y ese no ver es el que hace aún más terrible lo que podamos imaginar que les está pasando. Se habla de los atentados, pero no vemos ninguno, se habla de los palestinos, pero tan sólo conocemos a uno a lo largo de la película, y es rápidamente silenciado por Eyal. Precisamente al interrumpir a este personaje, al dejar sin voz al pueblo Palestino, se muestra con toda su crudeza cuál es la actitud de los israelíes hacia los palestinos -extensible al resto del mundo-, se les silencia y se intenta hacerles invisibles. Es curioso que un director israelí consiga plasmar con tan pocos elementos toda la crueldad y el padecimiento que viven a diario los palestinos.
Son muchos los alicientes que presenta esta película, aunque podemos quedarnos con una gran reflexión final: ¿realmente la herencia que nos dejan nuestros abuelos debe condicionarnos en nuestra vida presente hasta el punto de fomentar odios viscerales? La película tiene una visión positiva de la vida, quizá bastante ingenua, aboga por la paz y la resolución del conflicto a través de las relaciones humanas. En la vida real, y por lo menos en Israel, y por desgracia, parece que la herencia es algo de lo que no se puede escapar.
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