Pocas novelas han sido llevadas al cine con tanta precisión como Expiación de Ian McEwan. La película recoge a la perfección la atmósfera de la novela y relata con minuciosidad cada uno de los acontecimientos de la misma. Aún así, como en la mayoría de los casos, me quedo con la novela. No es sólo la historia en sí, que al final resulta ser lo de menos, sino cómo está contada. Se estructura en tres partes y un epílogo, que podrían ser perfectamente tres relatos diferenciados, aunque se ven unidos por sus personajes: en la primera, una serie de malentendidos llevan a una niña a denunciar de un falso delito de pederastia a Robbie, el amante de su hermana; la segunda parte relata las vivencias de Robbie durante la Segunda Guerra Mundial; en el tercero Briony, la niña delatora, es una joven enfermera que asiste a los heridos de la contienda en Londres; finalmente, el epílogo nos muestra a una Briony anciana. Pero Expiación es mucho más que la historia que nos cuentan. Lo que verdaderamente da valor al relato es la manera minuciosa de describir la realidad, desde la más mínima brizna de hierba, hasta el más pequeño rayo de sol se convierten en personajes indispensables del relato. La escritura es minuciosa, pero también preciosista, el escritor crea un escenario en el que se mueven unos personajes a los que las circunstancias les pueden. Se trata de una novela con la que recrearse en unas descripciones con una excepcional fuerza, y con unos personajes de un realismo sorprendente.
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